La batalla campal que enfrentó en Abasto a un grupo de internautas con chicos de otro "palo", puso de manifiesto la existencia de una nueva tribu urbana
El episodio de violencia vivido en el centro comercial fue un encontronazo entre jóvenes con distintas costumbres y también de diferentes extracciones sociales: por un lado aquellos de clase media que suben sus imágenes a internet y luego forman pequeñas comunidades, y por el otro grupos de chicos de sectores más populares que se reúnen a pasar las tardes en las escalinatas del Abasto.
Si bien algunos califican el episodio como una resultante de la "lucha de clases" o de un enfrentamiento entre jóvenes "tech" ligados a las últimas tecnologías y los que prefieren la "calle", lo cierto es que las diferencias no son tan profundas.
Las diferencias sociales entre uno y otro grupo no son tan marcadas y en ambos lados hay administradores de blogs o de fotologs.
La repercusión social de este fenómeno no es desestimable: sólo en la Argentina existen más de dos millones de "floggers", que se agrupan de acuerdo con sus intereses personales.
Si bien es cierto que los flogs están al alcance de cualquiera que tenga acceso a una computadora con conexión a Internet, la estadística indica que la inmensa mayoría de sus usuarios son jóvenes y, especialmente, adolescentes.
Esto los coloca en una situación de mayor exposición: en el caso del encontronazo del Abasto (que finalizó con heridos y destrozos en el shopping) se trató de violencia grupal, pero la principal preocupación de los padres est relacionada con la vulnerabilidad de los más chicos frente a ataques físicos y hasta sexuales.
De todos modos, hay que aclarar que los encuentros de floggers en el Abasto habían comenzado algunos meses atrás con una intención pacífica y de provocar un encuentro "real" entre personas que sólo se conocían a través de sus módems.
La iniciativa de los encuentros de floggers surgió de ellos mismos y fue espontánea: la idea era seguir compartiendo fuera de las pantallas las afinidades que habían descubierto al navegar recíprocamente las páginas de los demás.
Incluso, los floggers empezaron a ser reconocibles. Como ciertas "tribus urbanas" (los "dark", los "rollingas" o los "punks"), los chicos que viven pegados a su monitor comenzaron a cultivar su propio "look", con peinados y vestimentas específicas.
Hasta ahora, nada hacía temer que la nueva costumbre flogger de encontrarse más all de la red de redes y compartir sus vidas en las calles pudiese despertar temores.
Sin embargo, el preocupante choque de "barras" (cibernautas por un lado y "bandas" de chicos por otro) demostró que aún la más inocente de las intenciones puede rápidamente desvirtuarse, cuando el caldo de cultivo una sociedad desarticulada se presenta propicio para la violencia.
Es que los flogs, como se conocen a las páginas personales que permiten publicar fotos y comentarios, entrañan una serie de riesgos que pueden tornarse muy reales, cuando la identidad de sus autores queda expuesta y deja de ser meramente virtual.
De hecho, una reciente campaña pública fue lanzada en Alemania y advertía a los jóvenes sobre los recaudos que debían tomar a la hora de dar a conocer información personal en sus blogs (donde predomina el texto) y flogs (donde predomina la imagen).